En la trinchera de la Resistencia: El ejemplo inspirador de Yemen
Khaled Barakat analiza en este artículo cómo Yemen se ha convertido en un faro de esperanza para los movimientos de liberación en todo el mundo, desafiando al imperialismo y al sionismo con una firmeza inquebrantable.
[Enlace al artículo original en árabe: https://masirahtv.net/post/274949]
La cuestión ya no es sólo el apoyo a Palestina y a la Resistencia en Gaza, sino la adopción de una experiencia de resistencia ascendente, sólida, que no duda en declarar su postura con claridad: contra el imperialismo, contra el sionismo, contra la hegemonía occidental.
En este contexto internacional creciente de apoyo a Yemen, el «Movimiento Masar Badil, la Ruta Revolucionaria Alternativa Palestina» lanzó, hace aproximadamente un año, en junio de 2024, una petición internacional en tres idiomas para apoyar la postura yemení frente a la agresión estadounidense y británica, y para defender a Palestina. Esta iniciativa tuvo una amplia repercusión, con miles de personalidades, y cientos de organizaciones populares, sindicales y movimientos de liberación de diferentes continentes que la firmaron hasta el momento. Esta petición expresó una convergencia real entre las luchas de los pueblos, y una conciencia creciente de que lo que está ocurriendo en Sana’a es un asunto internacional que concierne a las personas libres del mundo, y no sólo un asunto local o regional.
Esta campaña, que partió del vientre del centro imperialista, se extendió a las ciudades europeas, estadounidenses, latinoamericanas y africanas, y constituye una expresión práctica del caldo de cultivo popular internacional que encontró en la postura yemení una parte esencial del frente de la Resistencia anticolonialista y sionista, y sienta las bases para una solidaridad revolucionaria internacional que trasciende las declaraciones a la acción. Y abre la puerta de par en par a la realización de las esperanzas de los pueblos en el cambio revolucionario y la liberación.
Los movimientos de liberación en América Latina, África y Asia, y sus extensiones en Europa y América del Norte de negros e indígenas, no están lejos de comprender el desafío al que se enfrenta Yemen. Han visto cómo Occidente ha convertido las causas de la liberación en «crisis humanitarias», y cómo ha acorralado a todos los que se han rebelado. Saben que lo que está sufriendo Yemen es un modelo de lo que ellos mismos podrían afrontar si osaran resistir. Por lo tanto, el apoyo de estos movimientos a Yemen no proviene sólo de la solidaridad moral, sino de una profunda comprensión de que el éxito de Yemen es un éxito para todos los que sueñan con romper las cadenas, y con derrotar la hegemonía estadounidense, especialmente en el Sur global.
En Yemen, ven algo parecido a ellos mismos: pueblos cuyas riquezas están siendo saqueadas, multitudes de pobres asediados que luchan, marginados que toman decisiones, campesinos que se enfrentan a la globalización, personas que se mantienen firmes ante las mayores alianzas del mundo. Y en Yemen, ven una lección práctica de que el imperialismo no es un destino inevitable.
A pesar del retroceso que han mostrado Estados Unidos y sus aliados frente al poder disuasorio de Yemen —donde Washington se vio obligado en dos ocasiones a calmar la situación, reducir la intensidad de los ataques y luego detenerlos, tras sorprenderse por el alto nivel de preparación yemení y la contundencia de su respuesta—, este repliegue no significa el fin de la batalla, ni que las potencias imperialistas hayan levantado la mano sobre Yemen. Al contrario, los informes y los movimientos militares indican que Estados Unidos, junto con Gran Bretaña e «Israel», están trabajando en silencio para reposicionarse y planificando una nueva fase de escalada, ya sea mediante ataques directos, herramientas de guerra económica, el bloqueo mediático o la distorsión de la imagen de la resistencia yemení.
Esto es lo que lo que hace necesario que las fuerzas revolucionarias y a las conciencias vivas del mundo intensefiquen su apoyo a Yemen, y a prepare para una batalla larga, que no se mide sólo por el número de misiles, sino por la firmeza de los pueblos, y la claridad de su brújula. Y a impulsar la necesidad de luchar para eliminar las bases estadounidenses de sus países, mediante la acción popular y armada.
La transformación de Yemen, pasando de una posición defensiva a la iniciativa, y de víctima a actor, es lo que lo convierte en un modelo revolucionario. Yemen no se limitó a responder, sino que vinculó su lucha nacional con la defensa de Palestina, Líbano e Irán, y libró su batalla bajo la bandera de Jerusalén y frente a la guerra de exterminio en la Franja de Gaza. Además, orientó su brújula hacia el sur, hacia el Mar Rojo; hacia el oeste, hacia las costas de África; y hacia el norte, hacia el corazón de la Palestina ocupada.
Esta expansión de la acción combativa ha convertido la experiencia yemení en una fuente de inspiración, abriendo las puertas a la construcción de un nuevo frente global de resistencia popular. Un frente que trasciende consignas y entra directamente en el campo de confrontación contra los instrumentos de dominación militar, económica y política. Además, Yemen ha cortado el camino a todos aquellos que se especializaron en justificar su inacción para evadir su responsabilidad moral, nacional y humana
No es exagerado afirmar que Yemen, al descubrir su identidad y su lugar en el mundo, ha desencadenado una nueva ola de conciencia revolucionaria global. Una que evoca los movimientos de liberación del siglo XX, cuando Cuba fue símbolo, Vietnam ejemplo y Argelia ícono. Hoy, Yemen revive ese espíritu y rescata aquellos modelos, pero con el lenguaje de nuestra era: con los recursos de los pueblos pobres que hacen milagros, y con una nueva identidad árabe, islámica y humanista.
El respaldo popular internacional al Yemen revolucionario no es un mero gesto de solidaridad, sino un indicio del surgimiento de una nueva corriente global que ve en la resistencia a la hegemonía un proyecto común, y en el modelo yemení uno de sus principales estandartes. Este apoyo no habría surgido de no ser por la firmeza del pueblo en los campos de batalla de Yemen, su consenso en torno a su causa central —Palestina—, su lealtad a un liderazgo revolucionario inquebrantable y un ejército que desconoce el significado de la rendición.