Publicamos a continuación este artículo, originalmente escrito en árabe por Khaled Barakat y publicado en el diario Al-Akhbar (Líbano), traducido al castellano por Masar Badil.

En días como estos (14 de agosto de 2006) callaron los cañones, cesaron los cohetes y el rugido de los aviones sionistas abandonó el cielo del Líbano, tras una guerra que duró 33 días y después de que el enemigo sionista lanzara una guerra total contra “los chiíes en el Líbano”. La resistencia, liderada por Hezbolá, logró resistir y derribar el mito del “ejército invencible”. Todos conocemos el resto de la historia: el enemigo sionista reconoció su derrota y fracaso en su famoso informe Winograd, y el partido comenzó a curar sus heridas y reconstruir lo que la guerra había destruido.

Hoy, 19 años después, se renueva la prueba de paciencia y principios en un contexto aún más duro, mientras se intensifica la ofensiva israelí-estadounidense-saudí contra la resistencia en el Líbano y la región. Todo lo anterior demuestra que el campo enemigo no ha dejado de prepararse ni una sola hora para la batalla de la posguerra de julio de 2006, y que ha seguido acumulando fuerzas para la venganza.

A modo de recordatorio: el informe de la Comisión Winograd describió la actuación del ejército y del gobierno en la entidad como un “fracaso rotundo en la toma de decisiones y en la gestión de operaciones”, y reconoció que la guerra contra el Líbano “terminó sin alcanzar ninguno de sus objetivos estratégicos”, en primer lugar, “eliminar a Hezbolá o desarmarlo”.

El ex primer ministro enemigo Ehud Olmert afrontó un gran escándalo político debido a su “incapacidad para impedir que los cohetes llegaran a zonas profundas hasta el último día de la guerra”. Los mandos del ejército de ocupación reconocieron que la actuación de la resistencia les sorprendió por su nivel de preparación, sus sorpresas en el campo de batalla y su disciplina militar, y que “no se habían enfrentado antes a una organización con tal solidez”.

En la actualidad, lo sucedido en los últimos 22 meses —la guerra de exterminio israelí-estadounidense en Gaza, la guerra contra el Líbano, los duros golpes recibidos por Hezbolá (como el del buscapersonas y otros ataques directos a su liderazgo), y la continuidad de la política enemiga de asesinatos y agresiones— confirma que el enemigo y sus aliados se han preparado para la guerra. Sin embargo, hasta el momento, no están convencidos de que el partido esté “disuadido”, “paralizado” o “débil”, como algunos ilusos quieren retratar la situación. Lo más importante: el arma del partido sigue siendo la fuerza que el enemigo busca destruir y eliminar, queriendo arrebatar al pueblo libanés su único escudo y espada.

Quizá lo que más reveló la magnitud de la preocupación estadounidense, occidental y sionista por el papel e influencia de Hezbolá fue lo ocurrido en la “Decimocuarta reunión anual para enfrentar a Hezbolá”, así, literalmente, la denominaron desde 2011 como título de un encuentro periódico organizado por el Departamento de Estado y el Departamento de Justicia de Estados Unidos, junto con Europol, los días 9 y 10 de julio pasados. En esta ocasión se reunieron representantes de más de treinta países de todos los continentes para debatir lo que describieron como “la amenaza de Hezbolá”.

En dicho encuentro se discutió la “capacidad del partido para llevar a cabo operaciones a gran escala sin previo aviso” y se expresó preocupación por la expansión de sus redes populares, políticas y financieras, así como por el crecimiento de su presencia en África y América Latina. En resumen: hace apenas un mes, 30 países se reunieron no porque Hezbolá esté débil, paralizado o disuadido, sino porque está fuerte, vivo y preparado, representando una amenaza real para sus proyectos en la región, a pesar de los demonios del bloqueo, la política de asesinatos y las campañas políticas, mediáticas y psicológicas constantes contra el Líbano, el partido y sus partidarios.

Este tipo de reuniones “internacionales” ha sentado las bases de lo que hoy vemos como “decisiones libanesas” dirigidas contra el armamento de la resistencia. Sin embargo, todo esto no debilita al partido; al contrario, le otorga a sus armas y posiciones una mayor legitimidad y deja al descubierto los objetivos de las fuerzas subordinadas. Hezbolá sigue siendo una necesidad nacional y política para proteger al Líbano. Se niega a convertirse en una pequeña “organización libanesa” consumida por guerras absurdas, como aquellas que dominaron criminales de guerra y asesinos de la guerra civil. El hecho de que decenas de países se alineen contra el partido derrumba las declaraciones del criminal de guerra sionista Netanyahu sobre “arrodillar a Hezbolá”.

Entre julio de 2006 y agosto de 2025 ha nacido y crecido una nueva generación, que ha combatido con valentía en la primera línea. Mucho ha llovido desde entonces, han cambiado hechos, países y regímenes, pero no ha cambiado el objetivo constante del enemigo: “aplastar al partido” y establecer un “nuevo Oriente Medio», lema y meta que Estados Unidos ya enarbolaba entonces. Tampoco ha cambiado la posición firme del partido, pese a las muchas heridas que han alcanzado su cabeza y cuerpo.

Desde el 7 de octubre de 2023, el partido goza de una base popular árabe e internacional más amplia, especialmente entre jóvenes y estudiantes, particularmente a nivel internacional, y ello sin que el partido haya buscado activamente construir esta “nueva base de apoyo”.

Más aún, en nuestra región ha surgido una nueva situación revolucionaria que nadie habría imaginado: la victoria de la revolución en Yemen, un hecho que ha dado un golpe en la mesa y ha cambiado la correlación de fuerzas en el Golfo en particular. Esta potencia es un aliado fundamental y público de la resistencia y del partido, y no está “lejos” del campo de batalla como algunos creen, sino que se encuentra en el corazón del conflicto. Es la única parte árabe que ha logrado avances cualitativos en combates terrestres y navales, forzando a Estados Unidos a retroceder por la fuerza, sin ofrecer concesiones políticas, e imponiendo un bloqueo marítimo a los puertos enemigos. El papel de Yemen en la defensa del Líbano y de Hezbolá será mayor de lo que se imaginan los políticos de poca visión.

Basta señalar las decenas de manifiestos, declaraciones y posicionamientos emitidos por fuerzas, organizaciones y movimientos de liberación en todos los continentes, condenando los ataques contra el Líbano y el partido. Las banderas de Hezbolá se han alzado en conferencias de derechos humanos en Europa (dudo que el partido siquiera lo sepa) y en festivales musicales, como ocurrió recientemente en Londres con el rapero Mo Chara, miembro del grupo norirlandés de rap Kneecap, acusado de “cometer una infracción terrorista” tras ondear la bandera de Hezbolá entre los vítores de miles de sus seguidores.

Hoy, mientras el enemigo sionista continúa su guerra contra Gaza desde hace más de 22 meses y se intensifica el bloqueo contra el Líbano, se lanza una campaña psicológica, política y mediática concentrada contra “el armamento de Hezbolá”, intentando erosionar su imagen y posición, incitando contra su base popular y sembrando dudas sobre la realidad del partido, sus prioridades y alianzas.

No todo ataque mediático requiere un comunicado o una respuesta del partido: quien ha protegido al Líbano y su línea de resistencia con la sangre de los mártires y el sacrificio de combatientes y líderes históricos no está en posición de justificarse ante elementos y fuerzas mercenarias. Pero también es cierto que el partido ha tenido paciencia y ha sido tolerante con estos más de lo debido.

La respuesta más importante a los intentos de socavar al partido recae sobre el bloque popular que apoya la resistencia en el Líbano y la región, que trasciende los límites de la “comunidad chií”.

Es deber y derecho de estas bases transformar cada ocasión en un espacio de acción popular pacífica que exprese la indignación frente a los intentos de arrastrar al Líbano a un *“nuevo 17 de mayo”, reafirme su compromiso con la opción de la resistencia, exija la liberación de los presos libaneses en las cárceles enemigas y alce la voz contra las entidades de normalización y rendición. La postura popular, cuando está impulsada por la conciencia y la lealtad, sigue siendo más fuerte que cualquier plataforma mediática y más elocuente que cualquier discurso.

En este sentido, las masas de la resistencia en el Líbano deben prepararse para conmemorar el aniversario del martirio de Sayyed Hasan Nasrallah, Sayyed Hashem Safieddine y los líderes del partido que cayeron en el camino hacia Jerusalén.

Esta conmemoración, el 27 y 28 de septiembre de 2025, no debe limitarse a un acto fúnebre, sino convertirse en una amplia jornada popular que renueve la demanda de apoyo al pueblo palestino y su resistencia, proteja la soberanía del Líbano y libere su tierra, y reafirme que la resistencia es como un fuerte olivo que sigue renovando sus ramas y, al mismo tiempo, se vuelve más generoso, arraigado y sólido.

Khaled Barakat-Escritor palestino

 

El 17 de mayo al que hace referencia el texto no es un simple día simbólico, sino que remite al Acuerdo del 17 de mayo de 1983 entre Líbano e Israel, firmado bajo intensa presión estadounidense. Este tratado buscaba normalizar las relaciones bilaterales, pero fue ampliamente rechazado y terminó por hundirse debido a la fuerte oposición interna y la resistencia armada, particularmente por parte de Hezbolá

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