Mientras se ponen en práctica los acuerdos de alto al fuego alcanzados entre las organizaciones de la resistencia palestina y el régimen colonial israelí, el proyecto sionista no detiene su vocación expansionista y avanza sobre los Territorios Palestinos Ocupados de Cisjordania.

Con foco en las ciudades palestinas de Jenin y Tulkarem, las fuerzas sionistas llevan a cabo una operación militar sin precedentes denominada (por ellos mismos): “Muro de Hierro”.El mismo título que tuvo el ensayo escrito en 1923 por el líder del sionismo revisionista y miembro de la organización terrorista Irgún, que operaba en los años previos a la imposición del estado de “Israel”, Vladimir Ze’ev Jabotinsky. El muro de hierro: nosotros y los árabes, fue publicado en el periódico de inmigrantes sionista en ruso Razsvet, entonces con sede en Berlín.

En dicho ensayo, considerado una Declaración de Principios y objetivos para la constitución de un Estado Judío en territorio palestino, Jabotinsky cuestionaba a sectores del sionismo la “ingenuidad” y el “carácter paternalista” de creer que la población palestina aceptaría de buena manera la ocupación de su territorio, el dominio israelí y el robo de sus tierras: “Podemos decirles [a los palestinos] lo que queramos sobre la inocencia de nuestros objetivos, diluyéndolos y endulzándolos con palabras melosas para hacerlos apetecibles, pero ellos saben lo que queremos, así como nosotros sabemos lo que ellos no quieren”, escribió Jabotinsky, afirmando que “toda población nativa, civilizada o no, considera sus tierras como su hogar nacional, del cual es el único dueño, y desea retener ese dominio siempre”.

Jabotinsky argumentaba que el pueblo palestino resistiría inflexiblemente la aspiración sionista de convertir Palestina en una tierra de mayoría judía; ya que, como cualquier población nativa, los palestinos ven esta tierra como su hogar nacional y, por lo tanto, se esperaría que rechazaran con vehemencia cualquier intento de colonización. De esta manera, la única forma de llevar a cabo la empresa colonial sionista era mediante el uso de la fuerza: “Nuestros pacifistas intentan persuadirnos de que los árabes son tontos, a los que podemos engañar enmascarando nuestros verdaderos objetivos, o que son corruptos y se los puede sobornar para que nos cedan su derecho de prioridad en Palestina, a cambio de ventajas culturales y económicas. Repudio esta concepción de los árabes palestinos”. Reconociendo esta realidad es que propuso “un muro de hierro”, los colonos judíos deberían crear un “muro de hierro”, es decir, asegurar la continuación del asentamiento sionista con la protección de una potencia externa y/o una fuerte fuerza militar, independientemente de la resistencia de los nativos palestinos. En ese momento el poder externo eran las organizaciones como Irgún, Haganá, etc; y, hoy en día, es el ejército de ocupación israelí con el apoyo de fuerzas aliadas, como Estados Unidos.

La idea de que la apropiación de territorio ajeno debía realizarse a través de la fuerza para lograr en el futuro un acuerdo de sometimiento fue puesta en práctica desde antes nacimiento del Estado de “Israel”, que aprovechó la guerra con los países árabes vecinos para anexionar más territorio palestino y que, posteriormente, volvió a usar en repetidas ocasiones el marco del “conflicto militar” para extender más aún esa ocupación.

El favor de la potencia de turno.

El régimen colonial israelí, y sus voceros, siguen justificando sus acciones militares en nombre de la seguridad para encubrir un proyecto que consiste en extender la anexión de territorio ajeno y profundizar la limpieza étnica sobre el pueblo nativo palestino. El simbolismo del nombre de la operación (“Muro de Hierro”) encubre (o no tanto) estos objetivos. Netanyahu no los oculta: el proyecto del “Gran Israel”. Incluso en noviembre del 2023 el primer ministro del régimen colonial israelí exhibió en la sede de las Naciones Unidas un mapa en el que los territorios palestinos aparecían absorbidos por “Israel”; incluso dichas fronteras se extendían a otros países vecinos.

Saben que cuentan con el apoyo de grandes lobbies sionistas en Estados Unidos. Además, Donald Trump acaba de suspender durante tres meses prácticamente todas las ayudas que Washington tenía comprometidas en el exterior. Todas, menos dos: las que proporciona anualmente al régimen israelí y a Egipto, que constituyen las mayores ayudas militares fijas anuales de EEUU a terceros países en las últimas dos décadas.

El papel de Egipto ha sido clave en estos años. A través de los Acuerdos de Camp David, en 1979, el régimen colonial israelí devolvió el Sinaí egipcio que había ocupado ilegalmente en 1967, y El Cairo normalizó sus relaciones con el ocupante sionista, sin conseguir a cambio garantías para los derechos de Palestina. Aquello liberó de presión a Tel Aviv y dio espacio a su impunidad.

Posteriormente, los Acuerdos de Oslo en los años noventa fueron usados por el régimen colonial israelí para avanzar sobre Cisjordania y apropiarse de parte de su territorio con control militar casi total.

Dichos acuerdos, que tuvieron su origen en la Conferencia de Madrid (en 1991), implicaron el desmembramiento de Cisjordania en Área A, B y C; un plan maestro para habilitar el aumento de colonias judías en territorio ocupado y consolidar el proyecto sionista de limpieza étnica de la población nativa palestina.

De esta manera, desde 1993 hasta la fecha, el número de colonos incrementó de 100 mil a más de 800 mil por medio de la confiscación de las mejores tierras agrícolas de Cisjordania y Jerusalén oriental.

La imposición de un restrictivo sistema de permisos para la construcción de viviendas es utilizada por “Israel” con el fin de limitar el crecimiento natural de la población palestina y de consolidar el control del territorio por medio de los asentamientos, las carreteras y las áreas militares.

Es decir, los asentamientos de colonos judíos en Cisjordania, ilegales para el derecho internacional, se convirtieron en grandes localidades; constituyéndose en espacios controlados por ciudadanos extranjeros, quienes intentan reemplazar a la población nativa palestina mediante la fuerza, el robo de tierras, casas y los recursos hídricos.

Los efectos del proceso abierto en Madrid en 1991 han tenido serias implicancias. Mientras los acuerdos han permitido a “Israel” seguir consolidando su proyecto de judaización para Palestina, la consecución de las aspiraciones nacionales de independencia y soberanía palestina se han visto progresivamente frustradas.

Por su parte, Donald Trump, que ya mostró en su anterior mandato su apoyo a la impunidad del régimen de Tel Aviv, señaló que aprovechará el impulso del alto el fuego en la Franja de Gaza para promover los Acuerdos de Abraham y que el resto de países árabes, incluido Arabia Saudí, caminen hacía la normalización de sus relaciones con el régimen de Israel. En el plan de paz” (Acuerdos de Abraham) de Trump de 2020 ya había un mapa en el que EEUU proponía incluir 115 asentamientos ilegales como parte del denominado estado de “Israel”. Dicho plan, presentado en una conferencia de prensa junto con el primer ministro del régimen colonial israelí, iba acompañado de un mapa en el que aparecía un hipotético Estado palestino menguado por las colonias y completamente rodeado por Israel, es decir, con la anexión de las áreas C de los Territorios Palestinos Ocupados deCisjordania.

De esta manera, el presidente estadounidense intentará consolidar aún más el proyecto colonial israelí de ocupación y anexión territorial. Para ello ha creado un equipo de trabajo dispuesto a defenderlo. Su nueva embajadora en Naciones Unidas, Elise Stefanik, ha declarado públicamente que Israel tiene “derecho bíblico” sobre toda Cisjordania, y él ha propuesto el desplazamiento de la población de la Franja de Gaza a Egipto y Jordania, lo que ha llamado “limpiar” el lugar, con la excusa de la destrucción y ocupación.

Para forzar ese marco de ocupación ilegal, el Gobierno de Netanyahu sigue apostando por el empleo de la fuerza bruta, de ese “muro de hierro” teorizado por Jabotinsky y resaltado en la propia elección del nombre de su operación militar en curso contra los Territorios Ocupados de Cisjordania.

RESISTIR ES EXISTIR

Desde hace más de 76 años, la ocupación israelí persigue, expulsa y asesina al pueblo nativo palestino. Pero, la limpieza étnica que sueña el sionismo (apoyado por el imperialismo yanqui y la Unión Europea) es imposible porque se enfrentan a un pueblo digno, rebelde y solidario.

A pesar de la ocupación y de la masacre televisada sobre la Franja de Gaza, el pueblo palestino se mantiene firme para proteger su tierra, cultivarla y vivir de ella.

Es precisamente la resistencia en todas sus formas lo que ha permitido evitar que Israel logre sus objetivos y que el pueblo de Gaza no haya sido expulsado. Por lo tanto sigue latente, y en plenitud, el apoyo del pueblo a sus legítimos representantes que luchan por  Palestina Libre del Río al Mar.

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