Estamos en un proceso de lucha anticolonial en una gran región: desde el Sáhara en el Océano Atlántico, pasando por el Sahel, hasta el Mar Rojo, Palestina y Asia Occidental-Oriente Medio, con frentes independientes o conectados.
Desde la izquierda revolucionaria y anticolonial, fundamentada en el marxismo-leninismo, debemos superar la interpretación reduccionista de «la religión es el opio del pueblo». Como escribió Marx en su Crítica de la filosofía del derecho de Hegel (1843):
«La religión es la teoría general de este mundo, su lógica en forma popular, su punto de honor espiritualista, su entusiasmo, su sanción moral, su complemento solemne, su razón general de consuelo y justificación. (…) La miseria religiosa es a la vez la expresión de la miseria real y, por otro lado, la protesta contra esta miseria. La religión es el suspiro de la criatura abrumada, el corazón de un hombre sin corazón, como es el espíritu de los tiempos privados de espíritu. Ella es el opio del pueblo…»
Esta cita completa revela que Marx entendía la religión como una expresión compleja: tanto reflejo del sufrimiento material como forma de resistencia simbólica. En primer lugar, cuando habla del opio, se refiere a su rol histórico como medicina paliativa, no simplemente como narcótico alienante. En segundo lugar, esta frase ha sido instrumentalizada por la hegemonía neoliberal para asociar el ateísmo con un supuesto «progreso» exclusivo del Occidente blanco y su orden explotador.
Una lucha anticolonial que involucre a las masas debe construirse desde un frente amplio y heterogéneo, unido en torno al objetivo común. Esto es lo que Lenin propuso al convocar la Asamblea de los Pueblos del Este en Bakú (1920). Hoy, ese frente existe en Oriente Medio y Palestina: Estados junto a actores no estatales, organizaciones laicas marxistas y naciones islámicas de diversas tendencias.
El pueblo yemení, aunque organizado bajo un modelo político distinto al de hace 35 o 55 años, mantiene idéntico compromiso con la causa palestina, la descolonización regional y la lucha contra los actores al servicio del imperialismo.
A través de esa coalición de fuerzas en la que Yemen tiene un papel protagonista, la lucha anticolonial en Oriente Medio logrará derribar la fortaleza imperialista en Palestina en pocos años, colapsando al régimen israelí. Esto se basará en tres condiciones ya vistas en otros procesos históricos:
- La resistencia del pueblo palestino en su tierra, con un sufrimiento gigantesco, pero con aliados regionales necesarios y suficientes.
- Las contradicciones y fracturas que estas resistencias nativas generan en el bando agresor: tanto en la entidad colonial israelí como en sus metrópolis (EE.UU.-Europa).
- El cambio de ciclo histórico en el contexto geopolítico.
La asombrosa victoria de Yemen en la guerra del Mar Rojo —bloqueando durante 20 meses a las flotas de EE.UU. y castigando al régimen israelí— ha demostrado, al igual que el Diluvio de Al-Aqsa del 7 de octubre, dos realidades:
- La extrema fragilidad del imperio, obligado a retirarse humillantemente para evitar el hundimiento simbólico de un portaaviones.
- La extrema fragilidad de su colonia israelí:un cadáver que aún camina, dejando un océano de sangre palestina antes de su colapso inminente.
— Daniel Lobato
Samidoun Madri
«Quien hable del islam político de forma generalista sin definir su carácter de clase —sea revolucionario o contrarrevolucionario—, habla desde una posición burguesa dominante».
— Mehdi Amel (intelectual marxista libanés).
«No entiendo cómo algunos ven al marxismo como amenaza para la religión, pero no al capitalismo liberal».
— Abdulmalik Al-Houthi (Politburó de Ansarallah).