En esta tribuna urgente, la periodista palestina Rawa Alsagheer denuncia la guerra silenciosa y sistemática que el régimen sionista libra en Cisjordania mientras el mundo mira a Gaza. La limpieza étnica avanza bajo la cobertura de proyectos de “urbanización” y operaciones de “seguridad”, con la complicidad de la Autoridad Palestina y el silencio internacional. El texto lanza un llamado claro: no hay neutralidad frente al genocidio. O estamos con los pueblos, o somos cómplices de los asesinos
Por Rawa Alsagheer
Lunes, 30 de junio
Mientras el mundo centra su atención en la martirizada Gaza —donde se perpetra un genocidio ante los ojos de toda la humanidad—, una guerra oculta, no menos brutal, se libra en el corazón de Cisjordania. Sí, Cisjordania: esa que nos quieren hacer creer que está «menos encendida», pero que en realidad enfrenta una guerra de exterminio lenta, sistemática y despiadada.
Tulkarem y Jenin: cuando la Nakba se convierte en política oficial
En la Cisjordania ocupada, el régimen sionista no necesita declarar una guerra formal. Le basta seguir las huellas de las excavadoras que arrasan los campos de refugiados. En Tulkarem, el plan es evidente: transformar el campo en un bloque bajo control colonial. Un proyecto de «urbanización» disfrazado de operación de seguridad. En los próximos días, más de 300 viviendas están amenazadas de demolición —lo que significa miles de palestinas y palestinos expulsados, una vez más, de la tierra que los acogió desde la primera Nakba.
En Jenin, la historia se repite: más de 100 casas en riesgo de destrucción en una ofensiva que busca desmantelar toda estructura de resistencia y aplastar lo que aún queda de dignidad palestina bajo las orugas de las máquinas de guerra.
Lo que ocurre es un proyecto activo de limpieza étnica disfrazado de “reorganización urbana”. Una guerra de ingeniería contra la memoria, la historia y el pueblo. Quieren estrangular los campos, vaciarlos de sus habitantes, abrir camino para una mayor dominación colonial.
En Jenin, Tulkarem, Nablus, no pasa ni una noche sin incursión, sin sangre en los callejones, sin terror golpeando las puertas de las casas. Las fuerzas del régimen sionista entran como ladrones, dejan destrucción, ejecutan sumariamente a jóvenes y niños, mientras el mundo árabe e internacional guarda un vergonzoso silencio.
La Autoridad Palestina: instrumento de represión en manos del ocupante
Cuando la casa de un mártir o un prisionero es demolida, no solo la excavadora lleva la firma del enemigo. Muchos de los “datos de inteligencia” provienen directamente del aparato de coordinación de seguridad dirigido por Mahmoud Abbas y sus cómplices. La Autoridad que debería representar al pueblo se ha convertido en perro guardián del ocupante: arresta, tortura, aplasta sueños y silencia las voces de la resistencia. Sus cárceles no son menos terroríficas que las del régimen sionista —y lo más grave: lo hacen sin pudor.
La prisión como arma colonial doble
Hoy, más de 9.300 prisioneros palestinos están encerrados en cárceles del régimen sionista. Cientos de ellos son mujeres y menores. Más de 3.300 están bajo detención administrativa, sin cargos ni juicio. Son torturados, se les niegan visitas y atención médica, y muchos han sido víctimas de violación y otros abusos sexuales —como lo han documentado diversas organizaciones internacionales.
¿Y del otro lado? En las cárceles de la Autoridad Palestina ocurre el mismo horror: estudiantes, militantes y jóvenes secuestrados, golpeados, torturados —simplemente por decir «no» a la ocupación y a la sumisión.
¿Gobierno brasileño: complicidad o supuesta neutralidad?
No se puede estar en misa y repicando.
Mientras Gaza es aplastada por bombas y los campos de Cisjordania son arrasados casa por casa, el Senado brasileño elige declarar el “Día de la Amistad con Israel” —con el mismo régimen que lidera un genocidio televisado contra un pueblo desarmado. En lugar de romper relaciones, Brasil continúa exportando petróleo crudo que alimenta tanques, drones y aviones de combate que incendian Palestina.
Las palabras del poeta palestino Marwan Makhoul resuenan como advertencia: esto no es «neutralidad». Es complicidad directa con la masacre. Es tener las manos manchadas de sangre. Es ser cómplice del colonialismo armado hasta los dientes.
A las compañeras y compañeros en Brasil y el mundo:
O estamos con los pueblos… o estamos con los asesinos.
Palestina es hoy el espejo de todas las luchas contra el colonialismo, la represión y el saqueo. Desde la Amazonía hasta Jenin, desde Río de Janeiro hasta Gaza, la sangre es la misma, el enemigo también —aunque tenga múltiples nombres.
Ya no hay espacio para una solidaridad simbólica. No bastan las banderas ni las publicaciones. Es hora de acción directa, de movilización en las calles, de boicot total al régimen sionista y a sus aliados. Es hora de recuperar el verdadero sentido de la solidaridad revolucionaria.
Sí, la resistencia palestina lucha —con armas, con piedras, con uñas. Pero necesita tu voz, tu acción, tu desobediencia. El derecho a la lucha armada es innegociable para un pueblo que está siendo masacrado, desplazado y saqueado.
No repitamos la traición de quienes estrechan la mano del verdugo y culpan a la víctima.
No hay paz con la ocupación.
No hay reconciliación con la traición.
O estamos con los pueblos libres o seremos cómplices de los asesinos.
Publicado originalmente en portugués y traducido al castellano por Masar Badil.