El escritor palestino Khaled Barakat, miembro del Comité Ejecutivo de Masar Badil, analiza en este artículo el papel de la Autoridad Palestina como pieza clave en la estrategia de ocupación y represión contra el pueblo palestino. Publicado originalmente en árabe en el medio libanés al-Akhbar (11 de agosto de 2025), el texto plantea, sin ambigüedades, que su caída es una necesidad urgente para frenar el genocidio en Gaza, fortalecer la resistencia y salvar la causa palestina.
¿Es la caída de la Autoridad una necesidad para detener el genocidio y salvar la causa?
Por Khaled Barakat – Escritor palestino
Frente a los numerosos obstáculos y desafíos existenciales que enfrenta el pueblo palestino y la causa de la liberación de Palestina, y ante la situación en la región árabe —que atraviesa una fase peligrosa y trágica, sin necesidad de más explicación—, la entidad enemiga israelí continúa aplicando políticas de genocidio, desplazamiento y limpieza étnicaen Gaza, y prosigue su agresión contra Cisjordania y Líbano.
Frente a un abandono oficial generalizado, tanto árabe como internacional, la Autoridad Palestina —agencia del ocupante— aparece como un elemento central en la perpetuación de esta realidad. Fundada por el enemigo y sus patrocinadores, encarna la servidumbre y dependencia económica y de seguridad. Es el modelo flagrante de mercenarios y de las pequeñas y grandes entidades de normalización en la región.
La Autoridad ha pasado, gradualmente, de ser incapaz de brindar protección y seguridad a los palestinos a brindar protección a las colonias del enemigo y a su ejército a costa de los palestinos, su dignidad y sus derechos. Su papel se ha materializado en consolidar la ocupación a través de lo que se denomina “coordinación de seguridad”, lo que ha contribuido a distorsionar la causa nacional, debilitar la resistencia, arrebatar toda resistencia interna frente a los asentamientos, facilitar los procedimientos del ocupante para reprimir a las masas y alentar a los colonos a invadir y robar tierras. Esa “coordinación” fue calificada por el presidente de la Autoridad, Mahmud Abbas, como “sagrada”, después de que, siguiendo la doctrina del general estadounidense Keith Dayton, la Autoridad se convirtiera en una pequeña socia subordinada cuya misión es facilitar las tareas de la ocupación en lugar de resistirla.
Además, la “clase de Oslo” ha contribuido a otorgar una “legitimidad palestina” a la entidad ocupante mediante el reconocimiento de ésta y la aceptación de acuerdos políticos y económicos internacionales que marginan la causa nacional y dilapidan los derechos básicos del pueblo palestino, debilitando así la posición palestina tanto interna como externamente. Como resultado, el “grupo de Oslo” se ha convertido en adversario de la abrumadora mayoría del pueblo palestino, especialmente con el aumento de la represión, la corrupción y los delitos políticos, el empobrecimiento de la población, la participación en el bloqueo contra Gaza y la propagación de enfermedades sociales. Con el tiempo, pasamos de una autoridad corrupta a una gestión de la corrupción.
De ahí que aislar a la Autoridad, en el camino hacia su caída, signifique remover este gran obstáculo de la senda de la liberación y el retorno, y podría permitir reenfocar a la brújula nacional hacia el objetivo esencial de la lucha del pueblo palestino y a reorganizar la situación interna palestina a través de la resistencia integral. La eliminación de la Autoridad ilegítima, que representa un gran obstáculo y un elemento obstructivo, puede liberar al pueblo palestino de los círculos viciosos y de espera pasiva, romper las cadenas de seguridad y políticas impuestas por los acuerdos anteriores, y reforzar la capacidad de nuestro pueblo para enfrentar la ocupación de manera más efectiva.
Algunos podrían argumentar: «A Israel no le importará si cae la Autoridad Palestina», mientras que otros dirán: «¿Acaso no ven cómo Netanyahu rechaza cualquier papel suyo en Gaza?».
Nuestra respuesta es clara: el enemigo sionista no quiere que la Autoridad cumpla ningún rol, excepto la función de seguridad específica, es decir, considerarla un cuerpo mercenario cuya función es perseguir y liquidar la resistencia.
De lo contrario, ¡no la habría mantenido ni un solo día en “Judea y Samaria”! Y no seguiría permitiéndole su papel, especialmente en el norte de Cisjordania. Por no hablar de controlarla y utilizarla para profundizar la fragmentación interna. El enemigo parte de su propio entendimiento de la Autoridad como aparatos subordinados que deben cumplir sus órdenes y demostrar lealtad absoluta al proyecto sionista; y cuando falla en su misión, o muestra descontento y flojera, la castiga, tal y como haría un policía de seguridad con un perro guardián.
¿A caso se requiere que el palestino sea un derrotado de antemano antes de entrar en la “Organización para la Liberación de Palestina”? ¿Y por qué no lo contrario? Que sea la resistencia la que imponga a la Autoridad la obligación de disculparse ante el pueblo palestino y entregarle “las llaves” y todas las instituciones. Porque el pueblo es el verdadero dueño de la sangre derramada, de la legitimidad y de la causa —no Mahmud Abbas.
Es indignante que permitamos que la clase que vendió Palestina imponga condiciones a las fuerzas de resistencia —e incluso a todo el pueblo palestino— para que acepte unos acuerdos ilegítimos, firmados a sus espaldas por una dirección derrotada. La experiencia ya ha demostrado que esos pactos no son más que actas de rendición. ¿A caso se requiere que el palestino sea un derrotado de antemano antes de entrar en la “Organización para la Liberación de Palestina”? ¿Y por qué no lo contrario? Que sea la resistencia la que imponga a la Autoridad la obligación de disculparse ante el pueblo palestino y entregarle “las llaves” y todas las instituciones. Porque el pueblo es el verdadero dueño de la sangre derramada, de la legitimidad y de la causa —no Mahmud Abbas.
Hay que derrocar a la AP, pero primero hay que cumplir algunas condiciones:
- Detener la agresión sionista-estadounidense contra nuestro pueblo en la Franja de Gaza, como tarea número uno. Todos los esfuerzos nacionales deben centrarse ahora en lograr este objetivo, sin hacer concesiones políticas al enemigo que menoscaben el derecho del pueblo en Gaza o afecten la esencia de la causa nacional y el futuro de la resistencia, para que el sufrimiento y los sacrificios del pueblo no se pierdan en vano.
- Paralelamente, la creación de un frente nacional palestino unificado que incluya a las facciones de la resistencia armada y a todos los sectores del pueblo palestino dentro de la patria y en la diáspora; que reúna a las fuerzas políticas y militares, a las personalidades nacionales influyentes y a las fuerzas y movimientos populares respetados por nuestro pueblo, bajo un solo paraguas que represente la voluntad de todo el pueblo.
- Debe surgir una unidad política, organizativa y de referencia real, que ponga el interés nacional por encima de todo, coordine los esfuerzos entre las distintas zonas y comunidades palestinas, garantizando la fuerza y cohesión del frente de confrontación. Este frente debe adoptar un programa nacional claro que rechace lo que se denomina “solución de dos Estados” y afirme la resistencia integral, en todas sus formas, como opción estratégica para poner fin a la ocupación de toda Palestina.
- La alternativa popular y revolucionaria de la actual Autoridad debe ser una autoridad popular nacida de las calles, plazas, cárceles y bases de lucha del pueblo palestino; que exprese las aspiraciones de las masas palestinas en Palestina y a lo largo del exilio y la diáspora. Solo una autoridad del pueblo podrá establecer una relación sana con los ciudadanos y las masas de refugiados (la mayoría popular), garantizar la expresión de sus intereses, proteger sus derechos y reforzar la participación popular en la toma de decisiones.
- El nuevo frente propuesto debe reconstruir la resistencia popular y armada sobre bases nacionales sólidas, garantizando la amplia participación en su dirección de mujeres, jóvenes y trabajadores, y proporcionando protección política y social a las comunidades palestinas, especialmente a los refugiados y a las diásporas palestinas, elevando el nivel de solidaridad popular internacional.
La tarea de aislar y derrocar a la Autoridad y deshacerse de ella no es un asunto fácil ni un mero trámite. No ocurrirá por una decisión improvisada o un arranque emocional; sin embargo, el mero hecho de plantear este objetivo político en público y con claridad, como meta y tarea nacional, abre la puerta a la alternativa revolucionaria y allana el camino para nuevas generaciones de palestinos que están hartos de la presencia de estos grupos de mercenarios y que ya no soportan consignas vacías sobre la “reconciliación” y sus numerosas giras turísticas, de Doha a El Cairo y hasta Pekín.
Hay una enorme diferencia entre una “reconciliación” superficial, de esas de besos en la barba y fotos para la prensa”, y una autentica unidad nacional construida desde las trincheras y las calles al estilo de Ghassan Kanafani, Fathi Shiqaqi y Mohammed Deif, es decir: unidad de fusiles, puños y mentes, pero, sobre todo: unidad del pueblo, del objetivo y del destino.
En definitiva, la caída de la Autoridad Palestina no conducirá, como algunos alegan, a una “división” o a una “guerra civil”. Esas son consignas vacías y simples fantasmas. Al contrario, es un paso que fue necesario en el curso de las revoluciones populares y que emprendieron todos los movimientos de liberación que resistieron el colonialismo de asentamiento en sus sociedades; un paso que deciden las masas, no las armas ni los diálogos estériles. En el caso palestino, será la entrada natural para reconstruir el sistema político del pueblo palestino sobre bases nacionales inclusivas, devolver el protagonismo a la esencia del movimiento de liberación palestino y al frente capaz de detener el genocidio y el desplazamiento, proteger los derechos de nuestro pueblo y salvar a Palestina de las garras de la liquidación.
Khaled Barakat – Escritor palestino
Traducción al castellano: Masar Badil
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