Líbano: Entrevista a dirigente del Movimiento Jihad Islámica Palestina, realizada en Beirut por compañeros de Masar Badil y publicada en portal de noticias Resumen Latinoamericano.


En Líbano viven aproximadamente 500 mil palestinas y palestinos en 12 campos de refugiados, con un status legal limitado, sin integración plena en la sociedad, atacados permanentemente por el régimen colonial israelí y viviendo en condiciones de extrema pobreza (90 % de la población están por debajo de la línea de la pobreza). El gobierno libanés junto con la Autoridad Nacional Palestina, bajo la directiva de Estados Unidos, han reactivado la iniciativa para desarmar a las facciones políticas palestinas en los campos de refugiados. Este renovado llamamiento al desarme se produce en medio de una dinámica local y regional «inestable»: la compleja situación interna libanesa dependiente de un sistema político de representación sectaria y la presión imperial para socavar a la resistencia libanesa. Esto está lejos de expresar la demanda de las palestinas y palestinos que apenas sobreviven en los campos, sumado a la discriminación impuesta por la propaganda fascista de las fuerzas de derecha libanesa y por el sistema legal libanés segregacionista en donde los palestinos no tienen garantizado plenamente los derechos básicos (propiedad, salud, educación, trabajo, construcción). Siguiendo la lógica del régimen colonial israelí en Cisjordania (Palestina), el gobierno libanés trata a los campos de refugiados como «zonas peligrosas», de «inseguridad» y «criminalidad»; rodeándolos de puestos militares (chekspoints) y limitando la circulación. La relación entre el Estado libanés y los campos de refugiados se define desde una lógica represiva y de control social.

En este marco, y bajo los ataques constantes del régimen colonial israelí sobre el sur del Libano, pudimos dialogar con Ali Abu Shahin (miembro del Buró Político del Movimiento Jihad Islámica Palestina).

-¿Cuál es la situación de las palestinas y los palestinos en los campos de refugiados?

La situación humanitaria en los campamentos palestinos del Líbano es extremadamente difícil. Aunque agradecemos al pueblo y al Estado libanés por haber acogido a nuestra gente desde 1948, la realidad es que las condiciones sociales, económicas y legales son muy duras. Existen leyes que institucionalizan la marginación del pueblo palestino. Por ejemplo, la legislación libanesa impide a los palestinos adquirir propiedades o trabajar en decenas de profesiones. Estas medidas no responden solo a la situación económica del país, sino que son el resultado de decisiones políticas que, a lo largo de los años, han perpetuado la exclusión de nuestra comunidad. Por eso hablamos de una injusticia estructural. No se trata únicamente de pobreza o desempleo, sino de una exclusión legal y social que afecta todos los aspectos de la vida: la vivienda, el trabajo, el movimiento e incluso la dignidad cotidiana. Hoy, en algunos campamentos, las restricciones son tan severas que hasta se limita el ingreso de materiales de construcción. Vivimos bajo una forma de control permanente.

-En ese contexto, ¿cómo se percibe el papel del Estado libanés y de las diferentes fuerzas políticas del país hacia la comunidad palestina?

El panorama es diverso. Hay sectores en el Líbano que muestran una actitud de apoyo y solidaridad, reconociendo nuestra presencia como una causa humanitaria y política legítima. Pero también existen otros grupos que miran al palestino con desconfianza, influenciados por una lógica sectaria o por el recuerdo de la guerra civil. Esa ambivalencia histórica hace que los palestinos sigamos siendo vistos, por algunos, no como refugiados con derechos, sino como una carga o incluso como una amenaza.Aun así, insistimos en que nuestro único objetivo es mantener la vida digna en el exilio y preservar el derecho al retorno. No somos un factor de desestabilización; somos un pueblo que fue expulsado de su tierra y que continúa reclamando su lugar en ella.

-Se suele decir que la presencia palestina armada en el Líbano fue uno de los factores de tensión en el pasado. ¿Qué queda hoy de esa realidad?

Antes de 1982, el Líbano fue una base de la resistencia palestina armada. Eso se hacía con legitimidad política, respaldada por el llamado Acuerdo de El Cairo de 1969, que permitía a los palestinos ejercer su derecho a la resistencia desde territorio libanés.Tras la invasión israelí de 1982 y los cambios políticos en la región, la situación se transformó completamente. Desde entonces, la resistencia armada se concentra dentro de Palestina, especialmente después de la Primera Intifada en 1987. Hoy, en los campamentos palestinos del Líbano, no existe un poder militar significativo. Lo que queda es una presencia simbólica del arma, que tiene más un valor identitario que práctico. Representa la memoria de la resistencia, la defensa de la dignidad y el compromiso con el derecho al retorno. Nadie está amenazando la soberanía del Líbano; las armas pesadas desaparecieron hace décadas. Quien diga lo contrario, miente o busca justificar campañas de miedo contra los palestinos.

-Entonces, ¿qué significa hoy el derecho al retorno para las generaciones palestinas que han nacido y crecido fuera de Palestina, especialmente en el Líbano?

El derecho al retorno sigue siendo el eje central de nuestra identidad nacional.

Han pasado cuatro generaciones desde 1948, pero ese derecho no se ha debilitado. Ningún acuerdo, ni la presión económica, ni los proyectos de integración o reasentamiento pueden borrar lo que significa para nosotros.Cada familia palestina en los campamentos conserva la memoria del pueblo y del lugar de origen. Las llaves, las escrituras, los relatos, todo eso mantiene viva la idea de que el retorno no es un sueño, sino un derecho histórico, político y humano.

Los intentos de eliminar la causa de los refugiados —a través de planes de “normalización” o del llamado “Acuerdo de Abraham”— son parte de un proyecto más amplio de liquidar la cuestión palestina. Pero ese objetivo nunca podrá cumplirse mientras exista un pueblo que se niegue a olvidar y que, pese a todo, resista en los campamentos, en Gaza, en Cisjordania o en el exilio.

– En los campamentos palestinos del Líbano operan distintas organizaciones políticas y sociales. En particular, ¿qué papel desempeña la Yihad Islámica Palestina y otras fuerzas en la vida cotidiana de los refugiados y en la defensa de su derecho al retorno?

Las organizaciones palestinas en el Líbano cumplen varias funciones esenciales. Por un lado, tratan de aliviar la situación humanitaria mediante proyectos educativos, sanitarios, culturales y de asistencia social. Por otro, intentan mantener viva la conciencia política del pueblo refugiado y su vínculo con la tierra de origen. En el caso de la Yihad Islámica Palestina, su labor combina esas dos dimensiones: la social y la nacional. Se trabaja con la juventud en programas de formación, actividades culturales y medios de comunicación que fortalezcan la identidad palestina y la conciencia del derecho al retorno. También se mantienen relaciones con fuerzas políticas libanesas solidarias para impulsar cambios en las leyes discriminatorias y defender los derechos civiles y laborales de los refugiados.

El objetivo común de todas las organizaciones comprometidas con la causa palestina es preservar la cohesión del pueblo y resistir a los intentos de fragmentación. La lucha no se limita al frente militar o político: también es educativa, social y cultural.

-Más allá de las organizaciones palestinas, existen instituciones internacionales como la UNRWA y actores políticos como la OLP. ¿Cómo evalúa su papel actual en el contexto libanés?

La UNRWA tiene una responsabilidad fundamental, porque fue creada precisamente por una resolución de Naciones Unidas para atender las necesidades básicas de los refugiados palestinos. Sin embargo, en los últimos años su papel se ha debilitado, debido tanto a la falta de financiación como a presiones políticas que buscan limitar su trabajo o incluso eliminarla. Por otra parte, la Organización para la Liberación de Palestina, que se presenta como representante legítima del pueblo palestino, también tiene responsabilidades pendientes. Ha recibido apoyo financiero y diplomático, pero muchas veces ha fallado en canalizar ese respaldo hacia las necesidades reales de los refugiados. Por eso las fuerzas palestinas en el exilio seguimos asumiendo la tarea de acompañar a nuestra gente, reclamar derechos y mantener viva la causa, aunque nuestras capacidades sean limitadas. Tenemos proyectos dentro de los campamentos —escuelas, centros médicos, programas culturales— que buscan sostener la vida diaria y la dignidad de las familias. Sabemos que no es suficiente frente al tamaño del desastre, pero creemos que cada esfuerzo cuenta.

-Para cerrar, ¿qué mensaje enviaría a los pueblos y organizaciones de América Latina que históricamente han mostrado su apoyo a la causa palestina?

El mensaje es de agradecimiento y de esperanza. El pueblo palestino reconoce profundamente la solidaridad de América Latina. Los pueblos de esa región han vivido dictaduras, represión y saqueo colonial, y por eso comprenden el significado de nuestra lucha.

Vemos con admiración cómo sectores populares, sindicatos, colectivos de derechos humanos y movimientos sociales latinoamericanos se movilizan por Palestina. En países como Venezuela, Argentina o Bolivia, esa solidaridad ha tenido un impacto real, presionando a sus gobiernos y exponiendo la complicidad de las potencias que sostienen el genocidio. El reciente rechazo en Argentina a la visita del primer ministro israelí, acusado de crímenes de guerra, fue un ejemplo claro de dignidad y conciencia. Estos gestos no son simbólicos: contribuyen a aislar internacionalmente al régimen sionista y refuerzan la moral de nuestro pueblo.

Hoy Gaza, Cisjordania y los campamentos del exilio son escenario de una lucha existencial contra el colonialismo y el racismo. Frente a esa barbarie, la solidaridad de los pueblos libres del mundo se convierte en una forma de resistencia compartida.

La causa palestina es una causa humana, universal. Cada voz que se levanta en defensa de Palestina es una voz por la libertad y la justicia en el mundo entero.

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